El 4 de octubre de 2009, Argentina perdió a una de sus figuras más icónicas y queridas: Mercedes Sosa. Conocida como “La Negra”, su voz resonó en todos los rincones del continente, convirtiéndose en un símbolo de la música popular. Su legado sigue tan vigente como siempre.
El 4 de octubre de 2009 la Negra Sosa moría en un sanatorio porteño víctima de una larga enfermedad, a los 74 años. Su muerte nos privó de uno de los sonidos más característicos de la historia musical de Argentina, un sonido que alumbró un 9 de julio en Tucumán, igual que la patria.
Su padre, Ernesto “Tucho” Sosa, la anotó como Haydeé Mercedes en el registro civil. Su madre, Ema del Carmen Girón, decía que él lo hizo a propósito para no ponerle Marta Mercedes, tal como ella había elegido. De todos modos, en su familia fue conocida como La Marta.
Ella lo explicó mejor: “Al final, puertas adentro las cosas son como las madres quieren y puertas afuera son como la gente manda. En mi casa definitivamente soy La Marta y para la gente, definitivamente soy La Negra”.
Los inicios
Mercedes tenía 12 años y memorizaba las canciones que oía en la radio de algún vecino, de algún amigo y las cantaba. La radio era un lujo para su familia. Lolita Torres, Lola Flores, Miguel de Molina eran de sus preferidos.
“Busco en mi pasado y siempre me veo cantando. Cantando en mi casa, cantando en la escuela, cantando en los velorios (…) Cantaba porque sí, sin darme cuenta, porque me salía”, expresó Mercedes.
Su primera aparición frente al público fue interpretando el himno nacional argentino en la escuela. Su profesora Josefina Pesce de Medici vio en Mercedes atributos para la ópera. Más allá de esta apreciación, el destino de Mercedes sería otro: “Por suerte me convertí en una cantante popular”, expresó.
La niñez de La Negra, transitada en Tucumán, fue de extrema pobreza. Su madre lavaba y planchaba en casa de gente adinerada y su padre trabajaba en los hornos de los ingenios azucareros y aserraderos.
“No teníamos nada, pero teníamos el amor de nuestros padres. La pobreza y el casi hambre cuando hay amor, duelen, pero no dejan las heridas del resentimiento”, dijo Mercedes.
Cuando tenía 14 años, sus padres viajaron a Buenos Aires y Mercedes se quedó al cuidado de sus hermanos mayores. Con una libertad que nunca antes tuvo, se fue con sus compañeras de escuela a la radio LV12 donde se desarrollaba un concurso para cantantes desconocidos y ganó. Se presentó como Gladys Osorio para que su padre no la reconociera. Gladys se llamaba una de sus mejores amigas y Osorio era apellido de la chica abanderada de su escuela. Siguió cantando en la radio hasta que su padre la descubrió.
“¿Le parece bonito andar metiéndose en la radio? ¿eso es lo que hace una señorita criada para ser decente? Hubiera preferido que me diera una paliza. Ni siquiera me gritó. Me miró con esa mirada durísima. Hubiera querido jurarle que no lo iba a hacer más. Pero las palabras no me salieron”, recordó La Negra.
Al mes, tras reiteradas insistencias del director de la radio, Don Sosa accedió a que Mercedes firmara su primer contrato.
El estrellato
El debut de Mercedes Sosa en el Festival de Folclore de Cosquín -introducida en por una rebeldía de Jorge Cafrune- es uno de los momentos emblemáticos de su carrera. Para entonces, 1965 no era una desconocida: ya había publicado «La voz de la zafra» y «Canciones con fundamento», pero su presencia era resistida por razones políticas.
A insistencias de Jorge Cafrune, que se impuso a la organización del Festival, sola con el bombo, Mercedes ofreció la «Canción del derrumbe indio», del compositor tucumano Fernando Iramain. Los diarios no lo reflejaron. Pero el hecho no fue ignorado por el sello Philips, que la contrató para grabar su tercer disco.
Así comenzó la parte más sólida de su carrera musical y el vasto reconocomiento del público, pero también de sus pares.
Durante esos años, Mercedes también integró el El Movimiento del Nuevo Cancionero Argentino. Allí abrevaban su espoco Oscar Matus, Armando Tejada Gómez, Tito Francia y desde Buenos Aires, Hamlet Lima Quintana, que en su manifiesto resaltaban su deseo de renovar el arte folklórico nacional.
El exilio y la gloria
El 20 de octubre de 1978, en “El Almacén San José”, de la ciudad de La Plata, Mercedes Sosa brindó su último recital antes de emprender su exilio. La detuvieron en pleno recital junto a su hijo y su guitarrista Colacho Brizuela, debido a que interpretaron canciones “de protesta”, en ese entonces censuradas por el aparato represivo. Luego de que los efectivos policiales la humillaran durante 18 horas con improperios referidos a su color de piel y su afiliación comunista, Mercedes se exilió en Europa, donde pronto se convirtió en una de las artistas más importantes de la colonia de expatriados latinoamericanos, y conquistó los escenarios del vioejo continente. ´
Regresó en 1982, para cantar en el teatro “Ópera”, en una noche consagratoria.
Mercedes continuó una prolífera carrera, en la que compartió grabaciones y escenarios con los artistas más destacados del mundo. Nuevas generaciones de argentinos la conocieron a través de su trabajo conjunto con Charly García, Fito Páez, León Gieco y otros astros del rock nacional.
Ahí fue cuando muchos jóvenes se asomaron a los discos de la tucumana, encontrándose con gemas como “Zamba para no morir” del enorme Hamlet Lima Quintana, con música de Norberto Ambros y Alfredo Rosales.
Siempre valoró el trabajo colaborativo y en dos de sus últimos trabajos de estudio “Cantora” 1 y 2, grabó junto a diversos talentos de la región, como Shakira, Luis Alberto Spinetta, René Perez, Caetano Veloso y Joan Manuel Serrat, entre otros.