Por: Juan Carlos "Bocha" Benedetti y Néstor Sandoval
Don Alfredo Sabatini fue conserje del club Plaza Huincul en dos oportunidades. Primero en el viejo edificio donde ahora se encuentra el lavadero Espumita y, años después, en el actual emplazamiento de la sede social. Y desde ese lugar fue un hombre muy ligado a los trabajadores petroleros a quienes cautivaba con su capacidad para desplegar relatos y “cuentos”. Pero también dejó una rica producción poética y en su vida fue reconocido por su apoyo permanente a las actividades locales que incluyeron hasta muestras de pintura y arte en general. Freddy, falleció el 13 de julio de 2008. Fue un domingo.
Alfredo Sabatini hubiera podido escribir un libro de Cutral Co, Plaza Huincul y Catriel donde también estuvo un tiempo. Sin embargo, el recuerdo se hace desde el relato de Jorge, su hijo que hace unos años atrás rememoró la historia familiar para este medio.
“Mi viejo vino acá de Tres Arroyos en el año 43, vino de peluquero, empezó laburar con un peluquero en Plaza Huincul, Antonio Mérida y ahí lo conoció al Cholo Avilé, que era compadre de Antonio, con el Cholo hizo amigo enseguida, Anibal le decía padrino al Cholo”.
“El Cholo le dijo “usted tendría que estar en un mostrador contando estos cuentos” porque mi viejo contaba cuentos todo el tiempo y le dijo que había un llamado a licitación en el Club Plaza, me parece que no se presentó nadie más que mi viejo, entonces ahí entro en el club Plaza prácticamente a los pocos meses de estar acá en Plaza, en el viejo Club Plaza, donde estuvo el Foto Club y donde ahora está el lavadero Espumita”.
“Lo que pasa es que en el año 61 nos fuimos a Buenos Aires, papá decidió abrir con un hermano y un cuñado que vivían allá una fábrica de elásticos para mercería y se re fundieron, estuvieron 4 años y se fundieron, era una época muy complicada, había un gobierno peronista, había monopolio, el cuñado de él, mi tío, era comunista, iba en cana dos por tres por comunista, el negocio no prosperó. Mi viejo era radical así que ahí tuvo un motivo más para adjurar al peronismo”.
“Lo volvieron a llamar a mi viejo, lo llamó el Ronco Martínez, el papá de Raquel y el gordo Martínez que trabajaba en YPF, es casado con Susana Sasi, y le escribió una carta a mi viejo”.
“Mi viejo cada tanto mantenía un vínculo porque recuerdo a los Antoniana que estaban en Buenos Aires visitándonos y nosotros a ellos cerca de Liniers, con Hilario mantenía un vínculo y con alguno que otro de acá se ve que cada tanto se carteaba. Un día recibió una carta del Ronco Martínez donde le avisa que el Club Plaza estaba a licitación nuevamente”.
“Domingo Sabadini que estaba en el club en ese momento se iba para dedicarse a una empresa y dejan el Club Plaza. Entonces llaman a licitación, se presenta mi viejo y le vuelven a adjudicar el Club ya en el edificio nuevo, en cuyo techo yo relataba los partidos de Plaza”.
Uno de sus compañeros de mus, con quienes hasta compartía una noche a la semana entre naipes y recuerdos, lo definió como “un tipo macanudo que siempre estaba alegre”.
NOSTALGIAS TANGUERAS
Tinta roja en la vereda
que mira el cuartito azul,
como neblina de tul
que la vida desenreda.
Allí va “la paica” Rita
a lo de Hansen camino,
buscando a la cumparsita
o a darle Adios a Nonino.
Carillón de la Merced,
lanza el ding dong a los aires.
Y recostado en la pared
Don Juan luce sus donaires.
Ese barrio que es reliquia del pasado
luce farolitos de la calle en que nací.
El tigre Millán remanyado
ajusta el lengue carmesí.
Barrio pobre estoy contigo,
descolgando del almanaque las hojas.
Tantas minas he conocido
Que enriquecieron mis fojas.
Y aquel caserón de tejas
que de la esquina miraba,
por si detrás de las rejas
La chiruza relojeaba.
Por ahí pasa el Cachafaz
que bailando era una estrella,
de todo era capaz
junto a la rubia Mirella.
Tal vez se acuerde Mirella
que sus besos fueron mios.
Hoy soy como el alma en pena,
los recuerdos me dan frío.
La calesita lloraba
sus caballitos añejos
y los ecos le llegaban
a la casita de mis viejos.
Carnavales de mi barrio,
Que hoy merecen responso
Y los gritos del otario
Clamando que siga el corso.
Y yo que fui el más púa ,
me siento “anclao en Paris”.
Cuanto remoja la garúa
que el funyi negro está gris.
Le chimento al corazón
tanta ilusión que perdiste,
muchas veces con razón
lloré alguna noche triste.
De paicas que he conocido,
hubo guapas rantifusas.
Quien me tuvo enloquecido,
fue aquella gitana rusa.
Donde estará aquella
de la ventanita florida,
que del barrio era la estrella
y por todos preferida.
Camino al olvido voy,
René no esperó en la esquina
y hoy que tan solo estoy,
la castigo a mi rutina.
Estas nostalgias tangueras
ya van llegado a su fin.
Hubo musa verdadera
del “flaco” Discepolín.
De arriba me están llamando,
ya se termina el papel.
Allá me estará esperando:
El Polaco y el gran Carlos Gardel.
ALFREDO SABATINI, CUTRAL-CÓ, OCTUBRE DE 1,998.-