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Los investigadores lograron establecer una conexión entre la balacera que provocó la muerte de la niña y un episodio de usurpación que estuvo a punto de concretarse días atrás y finalmente se frustró, en el barrio 1-11-14 del Bajo Flores.


Los investigadores del crimen de Nayla Naomí Torrilla, asesinada cuando jugaba en una calle del barrio 1-11-14 del Bajo Flores, están convencidos de que la balacera que provocó la muerte de la niña de 4 años está relacionada a un conflicto originado por la usurpación de una vivienda y creen están bien orientados acerca del autor de los disparos.

Fuentes de la pesquisa dijeron que la principal dificultad con la que cuentan es la falta de testigos que se acerquen a declarar, ya sea por temor a represalias o a las amenazas que sufren por parte de integrantes de bandas que allí se dedican al narcomenudeo o a los robos, entre otros delitos.

Si bien el hecho ocurrió cerca de las 22 del último martes, los pesquisas saben que en ese momento había mucho movimiento de gente por el cruce de la avenida Bonorino y la calle 10, del barrio Padre Rodolfo Ricciardelli.

"Como suele suceder en este tipo de casos, la gente que pudo ver algo mira para otro lado y no quiere contar nada formalmente en el marco de una causa. No se trata de una problemática de este caso puntual sino de casi todos los que ocurren en lugares vulnerables", dijo a Télam un investigador.

De todas formas, los investigadores que trabajan bajo las órdenes de Eduardo Cubría, a cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional 22, lograron establecer una conexión entre la balacera que provocó la muerte de la niña y un episodio de usurpación que estuvo a punto de concretarse días atrás y finalmente se frustró.

Según la pesquisa, las sospechas apuntan a un clan familiar conocido como "Los Marola" que nada tiene que ver con la banda de los peruanos que mantiene desde hace al menos dos décadas la hegemonía de la venta de drogas en la zona.

"Los Marola" fueron los primeros mencionados por vecinos que se manifestaron en las horas posteriores al crimen de Nayla.

De hecho, un joven que realizó declaraciones a los medios de comunicación y dijo ser parte de ese clan, relató un episodio que había ocurrido días atrás relacionado a una usurpación de una vivienda, un delito que se repite en la zona y en la que están involucradas bandas de delincuentes que luego utilizan la casa usurpada como bunker para vender drogas.

En ese relato, el joven explicó que un pariente suyo había querido usurpar una vivienda y que ellos lo habían impedido, que se había registrado una pelea y hasta que había habido disparos.

Pero -siempre de acuerdo a ese relato- el problema continuó el martes último por la noche, cuando ese hombre al que se le había impedido la usurpación regresó y disparó al menos 30 balazos en la esquina de Bonorino y calle 10, un lugar donde habitualmente se reúnen "Los Marola" y donde circunstancialmente se hallaba Nayla, quien recibió un balazo en el tórax.
La niña fue trasladada a un centro asistencial de la zona, pero finalmente murió, mientras que otro hombres recibió un balazo en una pierna y también debió ser internado, pero fuera de peligro.

Otra hipótesis de los pesquisas que perdió fuerzas en las últimas horas apunta a un conflicto de "Los Marola" contra "Los Cabrales", otra banda delictiva que quiere ocupar el poder de esa zona del asentamiento.

El crimen de Nayla ocurrió alrededor de las 22 del martes en el cruce de Bonorino y Calle 10 del mencionado barrio donde, según los testigos, desde un automóvil Renault 19 color gris se efectuaron varios disparos a ocasionales transeúntes.

Según las fuentes, fue personal de la Gendarmería Nacional apostado en la zona quien emitió un alerta ante el ataque a balazos y le informó a la Policía de la Ciudad que el automóvil de los tiradores había huido en dirección al vecino Barrio Presidente Illia.

Las fuentes precisaron que, en el sitio de los disparos, los peritos recolectaron un total de 32 vainas servidas de calibre 9 milímetros.