El seleccionado argentino tuvo un cotejo sin errores hasta los 32 minutos del segundo tiempo donde dominó a Francia en todos los aspectos. Pero después de la ráfaga gala apareció de nuevo la personalidad del equipo que mereció el triunfo ante de los penales.
El seleccionado argentino jugó un partido perfecto hasta los 32 minutos del segundo tiempo con una superioridad abrumadora sobre Francia pero en un instante se topó de frente con el 2-2 que lo obligó a sacar el corazón para llevar la definición hasta los penales.
Que el sufrimiento no tape la gran final que jugó el equipo de Lionel Scaloni, quien una vez más acertó con el planteo inicial y borró de la cancha al defensor del título durante 77 minutos.
A partir del 2-2, el partido se rompió y perdió todo tipo de análisis pero allí apareció el poder de fuego del equipo campeón para ir en busca de la victoria que nuevamente se vio frustrada por la máquina futbolística que es Kylian Mabppé.
De arranque, el director técnico apostó por el desequilibrio individual de Ángel Di María por izquierda y la jugada fue un pleno.
El rosarino, quien habitualmente se había movido por la derecha durante el Mundial, se paró en el sector de Jules Koundé y con su desequilibrio fue lo más peligroso de la Argentina en el ataque.
La elección no fue al azar ya que Koundé es habitualmente zaguero y no siente tanto el lateral y Dembelé es un extremo habilidoso y distraído con la marca.
El DT también mantuvo a Nicolás Tagliafico desde el inicio y fue una muralla en el lateral izquierdo.
En parte por la gran actuación del ex Banfield e Independiente, Didier Deschamps sacó a Ousmane Dembelé antes del primer tiempo.
El extremo de Barcelona también le había cometido la falta del penal a Di María, quien estuvo intratable para los franceses hasta que se agotó físicamente.
En el aspecto defensivo y para contrarrestar el 4-2-1-3 de Francia, Argentina repartió las marcas con Messi suelto, entre Enzo y Julián tomaron a Tchouaméni, Molina estuvo con Mbappé apoyado con De Paul, Tagliafico con Dembelé, mientras que Alexis Mac Allister se quedó con Antoine Griezmann.
Di María fue la clave del ataque argentino con su explosión en el uno contra uno frente a Koundé y por allí llegó la apertura del marcador, porque primero le enganchó al defensor y luego fue derribado por Dembelé cuando ingresaba al área.
El equipo creció con la ventaja y manejó la pelota con paciencia ante la pasividad de Francia que no asumía el golpe del gol en contra.
La presión de los franceses no era tan efectiva como en los primeros minutos y la Argentina aprovechó esos minutos de desconciertos con el contraataque letal que terminó en el gol de Di María.
En cuatro toques el equipo salió del fondo por la derecha y la finalización llegó por la izquierda.
La baja del equipo se puede explicar con la salida de Di María ya que le quitó frescura y el arco de Lloris quedaba cada vez más lejos.
De todos modos, Argentina manejaba la pelota y Francia no generaba peligro pese a la presencia de los cuatro delanteros.
El descuento llegó cuando Argentina estaba con la posesión en el sector derecho y le pasó algo similar que a Francia. En dos pases quedó Kolo Muani mano a mano con Otamendi y al experimentado zaguero no le quedó otra que bajarlo cuando el delantero entraba al área.
El rápido empate nació en una pelota que Messi pierde en el sector izquierdo sin opción de pase justo donde estaba ubicado Di María.
De la prórroga se destaca la gran actitud del equipo en el primer tiempo con el aire fresco que aportaron Gonzalo Montiel y Leandro Paredes más la potencia ofensiva de Lautaro Martínez que tuvo tres situaciones y participó en el gol de Messi que parecía que era el broche de oro.
Sin embargo, llegó una vez el sufrimiento y con el 3-3, Argentina estuvo cerca de perder y de ganar en menos de un minuto.
Con fútbol, al principio, y con el corazón después, Argentina consiguió su tercera Copa del Mundo.