Estudió Ingeniería Mecánica y dejó una carrera en la Comisión Nacional de Energía Atómica para dedicarse a su pasión. Hoy recorre las playas haciendo esculturas efímeras y es habitué de la Bienal del Chaco y del "Mundial" que se realiza en Portugal. “Hago dibujos en la arena que se borran cuando sube la marea...", reconoce Arce.
Por Eva Marabotto - Télam
En estos días de enero las redes sociales multiplican imágenes de playas, sombrillas, biquinis y deportes al sol. Pero en los últimos años las obras de Alejandro Arce se han ganado un lugar entre las postales de la temporada. Están hechas con arena pero poco se parecen a los tradicionales castillos con los que suelen entretenerse los chicos. Se trata de figuras trazadas en el suelo, mandalas de inmensas dimensiones o esculturas de animales prehistóricos o muy actuales: camaleones, dinosaurios, osos y yacarés.
Todas son producto de una de las facetas artísticas del hombre que nació en Bariloche y dedicaba las madrugadas a dibujar algunas de las flores y plantas con las que se cruzaba en sus paseos cotidianos. Después tuvo un paso por la carrera de Ingeniería Mecánica y trabajó muchos años como técnico en la Comisión Nacional de Energía Atómica haciendo proyectos de microturbinas hidráulicas y eólicas alternativas con materiales reutilizados.
“Pero siempre hacía arte y me dí cuenta de que es lo que más quería. Me ofrecieron subirme tres categorías para que no me fuera, pero decidí dedicarme a lo que me gustaba”, recuerda sobre aquella decisión.
Desde entonces hizo flores gigantescas de papel en cartapesta, serigrafías y afiches multicolores (algunos para campañas políticas) pero logró dedicarse a su pasión: el arte en todas sus facetas, al que conjuga con la docencia en la Universidad Nacional de las Artes. Allí, en el marco de un proyecto de Arte e Inclusión que lleva propuestas de talleres a poblaciones vulnerables y al mismo tiempo capacita a los docentes para responder a las necesidades de esas poblaciones.
Las manos en la arena
Desde chico, en su Patagonia natal, Arce había incursionado en el “land art”, una disciplina artística en la que la obra se entrelaza con el paisaje que la rodea. Por eso en los parajes sureños que recorrió todavía quedan torres de piedra en equilibrio que él construyó. Pero hace unos 15 años jugando con sus cinco hijos en algún lugar de la costa bonaerense descubrió que la arena era un buen material para esculpir. “Empecé a experimentar cómo manejarlo y decidí hacer una serie de animales. Siempre me interesó la ecología”, recuerda.
El resultado de ese interés está en los cuadernos que usa para pensar, investigar e ilustrar cada proyecto e incluso el paso a paso de cada obra. Y también en sus redes donde pueden verse los modelos terminados: hay tortugas, pulpos, tiburones, búhos, camaleones, manatíes, canguros y ofidios de todas las especies. Algunos tienen dimensiones colosales: unos 5 metros o el equivalente a dos pisos de altura, lo que le insume hasta 90 toneladas de arena, un material que demandaría 30 camiones llenos para ser transportado.
Ya convertido en referente nacional e internacional en la escultura en arena el artista es participante habitual de la Bienal del Chaco, donde lleva sus talleres y propuestas de arte efímero, pero también recorre la costa atlántica invitados por los municipios de la región, y por diversas empresas como estrategia publicitaria.
“En verano me invitan a la playa para hacer figuras. Pero fuera de temporada también me convocan y me llevan la arena a la peatonal”, cuenta el hombre cuya actividad no se detiene, y en los primeros días de enero estuvo en el Municipio de la Costa y también en la cancha de voley de playa del Club Macabi en San Miguel.
Sin embargo, uno de los trabajos más impensados que realizó fue un bar de arena en la costa de Panamá. “Había hecho uno para una marca de cerveza en Pinamar: con barra, mesas, sillones. Así que me convocó otra marca mexicana para replicarlo en una playa panameña. Le agregué algo de mi serie de animales: una tortuga de mar y un manatí”, explica el escultor cuya conciencia ecológica lo lleva a estudiar cada especie con detenimiento antes de dedicarse a esculpirlo.
Técnica y paciencia
Cuenta Arce que para armar sus figuras en la arena no comienza con una pila como las familias hacen en la playa para construir un castillo. Trabaja apisonando capas de 10 centímetros de arena para que el material tenga la misma firmeza en cada punto de su escultura.
“Si son objetos muy grandes construyo cajones de madera y uso un pisón o compactadora, si es más chico, unos aros que fabriqué con tachos de pintura de 20 litros y mis pies o una pala. Voy agregando agua de a poco para que cada centímetro de la arena reciba la misma cantidad de líquido. Cuando está lista, un proceso que puede llevar varios días, lo esculpo con espátulas y otras herramientas que yo mismo fabriqué con desechos”, describe.
Y luego cuenta que aunque hay gente que solo visita las playas que tienen la mejor arena para esculpir, él se le anima a cualquier clase y se enorgullece de haber hecho sus obras con ceniza volcánica: “Después de la erupción del volcán Puyehue, en 2011, cayó muchísimo el turismo y me contrataron desde Bariloche para promocionarlo para la gente que tenía miedo y fantaseaba con que las cenizas eran tóxicas. Entonces hice esculturas con cenizas volcánicas. Es el peor material que me tocó en la vida. Se chupaba toda el agua y era muy difícil de compactar. Pude hacer varias cosas más chicas”.