La culpable de los tiempos más lentos de lo esperado parece ser una piscina que es ligeramente menos profunda que lo óptimo. La explicación científica y la opinión de nadadores y nadadoras.
Durante los primeros cuatro días de competición en la piscina portátil de La Defense Arena, no se batió ningún récord mundial. De hecho, en la primera jornada, de las siete pruebas en las que se decidió el pase a la final solamente dos fueron más rápidas en París que en Tokio: los 400 libre y los 100 mariposa femeninos.
Cada vez es más evidente que un nadador o nadadora necesitará una actuación verdaderamente extraordinaria para batir un récord existente.
El culpable de los tiempos más lentos de lo esperado parece ser una piscina que es ligeramente menos profunda que la profundidad óptima, lo que permite que se sigan utilizando un par de filas adicionales de asientos en la cubierta principal, pero crea más olas y turbulencias que llegan a la superficie.
“He oído los rumores, pero al fin y al cabo estamos aquí para competir”, dijo la estrella estadounidense Katie Ledecky a la agencia AP.
“Todos somos nadadores rápidos. Hacemos que la piscina sea tan rápida como queremos. Realmente no estoy pensando en eso”, afirmó.
De cara al futuro, World Aquatics ha exigido una profundidad mínima de 2,5 metros para los eventos de natación y waterpolo, como la piscina portátil que se instalará dentro del Estadio SoFi para los Juegos de Los Ángeles de 2028.
Pero cuando los Juegos Olímpicos se adjudicaron a París, la instalación temporal fue aprobada bajo pautas previas, que permitían una profundidad de 2,2 metros.
“Debajo de la base de la pileta hay un estacionamiento de autos. A más profundidad, más toneladas de peso”, explicò al sitio especializado Relevo el arquitecto español Quim Pujol, que trabajó en la candidatura de París.
“Participé en las reuniones sobre la piscina. La primera idea era crear una piscina provisional, desmotable, como ya había ocurrido en Río. Pero nos ofrecieron hacerla en este Arena La Défense. Uno de los problemas que había es que debajo de la base hay un parking subterráneo. Si la piscina tiene una profundidad de tres metros, el peso es de tres toneladas”, explicó Pujol, que asegura que la profundidad de la pileta no tiene relación con la lentitud.
La opinión de Pujol contrasta con la de Andreu Roig, biomecánico del CAR de Sant Cugat, quien sí considera relevante la profundidad de una piscina desde un punto de vista científico.
“Cuando hay un mayor volumen de agua porque la piscina es profunda se tiende a amortizar o reducir las olas que provocan los nadadores. El agua se vuelve estable y facilita la aplicación de la fuerza como la reducción de la resistencia al nadar. La respuesta es mejor. En mi opinión, a menos profundidad es más difícil propulsarse y aumenta la resistencia por las olas”, relata.
La postura de Roig resuena si se considera que en Beijing 2008, cuando la pileta tenía una profundidad de 3 metros, se rompieron hasta 65 récords entre mundiales y olímpicos. En China, la profundidad de la pileta se determinó para que también pudiera albergar natación artística.
Un entorno singular
Pero la pileta es lenta para todos los participantes por igual, por lo que no hay temores de supuestas ventajas deportivas.
De hecho, muchos competidores elogiaron el ruidoso entorno de las competencias, con más de 15.000 personas por sesión, una atención que su deporte no suele tener, en un estadio cubierto que normalmente utiliza el famoso club de rugby Racing 92. Las multitudes son ruidosas y bulliciosas, especialmente cuando fue el turno de la estrella francesa Leon Marchand en el agua.
Algunos atletas adjudican la escasez de récords a los nervios por la cita olímpica. El nadador australiano Kyle Chalmers no cree que la piscina sea la única responsable de que las carreras sean más lentas de lo esperado.
“Hay mucha presión y expectativas que la gente se impone a sí misma”, dijo. “Mucha gente nunca ha nadado en los Juegos Olímpicos. Creo que la energía nerviosa de tener a tantos fans en el estadio es una locura. Personalmente, me encanta, pero creo que la gente definitivamente se derrumba bajo esa presión”, reflexionó el deportista.
Los récords
En cada Olimpiada posterior a la Segunda Guerra Mundial se ha logrado al menos un récord mundial de natación, y es habitual que se superen varias marcas.
En los Juegos de Beijing de 2008, cuando el deporte estaba en plena revolución de los trajes de goma, se establecieron nada menos que 65 récords, 23 de ellos mundiales.
Al año siguiente, en los campeonatos mundiales de Roma, se establecieron la asombrosa cifra de 43 récords, lo que llevó al organismo rector mundial a imponer nuevas y estrictas normas sobre la cobertura y los tejidos de los trajes.
Desde entonces, el ritmo de los récords mundiales ha vuelto a niveles más habituales, y todavía hay varias marcas de aquellos mundiales de 2009 que no fueron rotas. Pero en general se supone que casi todo el mundo estará en su mejor momento cuando llegue un año olímpico, lo que suele llevar a un enérgico asalto a la lista de récords.
Se establecieron nueve récords mundiales en Londres en 2012, ocho más en los Juegos de 2016 en Río de Janeiro y media docena se batieron en los Juegos de Tokio retrasados por la pandemia hace tres años, cuando los nadadores compitieron en un estadio prácticamente vacío debido a las restricciones de COVID-19.