El diario Clarín le dedicó un extenso artículo a Yasushi Kawakami, el japonés que jugó en Alianza de Cutral Co y fue el primero de su país en marcar un gol en el fútbol argentino, en Banfield. En el equipo de Cutral Co marcó dos tantos, uno de ellos ante Huracán de Comodoro Rivadavia.
Clarín reflejó la vida del japonés. (Foto Clarin)
“Yasushi Kawakami: la increíble vida del primer japonés que jugó y metió un gol en el fútbol argentino
El Bambino Veira le hizo lugar en Banfield allá por 1982. Metió su primer gol 15 años antes que el único que marcó Naohiro Takahara para Boca.
Yasushi Kawakami: la increíble vida del primer japonés que jugó y metió un gol en el fútbol argentino
Kawakami, el primer futbolista japonés del fútbol argentino con sus camisetas. Foto: Martín Bonetto
Pedirle a Google alguna precisión a partir de “japonés + fútbol argentino” o hablar de lo mismo en una sobremesa futbolera aporta los mismos resultados: Naohiro Takahara y Boca. Pero ese
futbolista nacido en Japón no fue el primero en firmar planillas oficiales ni ese club fue el pionero con un fichaje de ese tipo con el sello de la oficina de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
Héctor Rodolfo Veira puso en la cancha a Yasushi Kawakami (58) hace casi 40 años. Fue en un partido que jugaron Estudiantes Caseros y Banfield, equipo que entonces dirigía el Bambino, que hacía sus primeros palotes como DT. Ese día, el 9 de octubre de 1982, sin estrategias de marketing ni la novedad publicada en los diarios, por primera vez un japonés jugó un partido organizado por la AFA.
Kawakami, el primer japonés del fútbol argentino
Kawakami literalmente desembarcó en la Argentina. Fue en 1968 cuando llegó en barco con su familia, tenía cinco años y no hablaba en otro idioma que el que había aprendido en Okinawa. Lo primero que supo del nuevo país es que se llamaría Jorge, el nombre que un tío que ya vivía en estas tierras eligió con la convicción de que evitaría burlas en la escuela. No hubo caso. A Jorge lo llamaron Amarillo, Japo, Kawasaki o Kawa. El último apodo, más cariñoso, todavía lo acompaña.
A diferencia de Takahara, Kawakami tuvo potrero. Desde chico lo elegían primero en el pan y queso. De adolescente, fue a una prueba de jugadores en Banfield y quedó. Transitó las inferiores, empezó a jugar en la Tercera y un día el Bambino Veira le dijo que lo sentaría en el banco de suplentes en el partido del siguiente sábado.
"Japonés, japonés"
“Qué grande, hice debutar a un japonés en el fútbol argentino”, le dijo Veira al diario Crónica después de aquel 1 a 1. El Bambino, al otro año, pasó a dirigir San Lorenzo antes de llegar a un River que haría historia y Ediberto Righi, ex arquero, se ocupó del primer equipo del Taladro. Y tiempo después llegó el gol de Kawa. También fue un sábado, esa vez el 20 de julio de 1985.
“Estuve varias veces en el banco sin entrar. Contra All Boys el partido iba 1 a 1 y ellos con uno o dos menos. La gente se empezó a fastidiar… A mí me conocían de la Tercera. Se escuchaban los gritos de la tribuna: ponelo al japonés, ponelo al japonés”, recuerda en una charla con Clarín.
“En eso el técnico me dice: 'Empezá a calentar'. Me hinché todo, dije 'esta es la mía'. Pero con muchos nervios, con muchos nervios. Lo que sí sé es que volaba. Era más la fuerza mental y no era yo el que jugaba, era algo más… Yo volaba. El gol fue de un remate fuera del área grande y lo más impresionante que pasó fue que la pelota salió con mucha fuerza y, para mí, como que no la toqué y salió disparada con una potencia tremenda”, detalla una imagen imborrable que no tiene otro registro que el de su memoria.
El siguiente partido fue titular y el rival Los Andes, en una época en que ese partido era un verdadero clásico en la zona Sur. Los diarios locales dieron cuenta del “ja-po-nés, ja-po-nés” de la hinchada y de tres situaciones claras que generó.
La crónica del partido de este diario no fue tan benévola con el lirismo que ostentó: “Kawakami está muy verde para convertirse en manija. Es livianito, gambetea demasiado muy lejos del arco, donde los golpes abundan, donde la salida necesita de otras urgencias y donde los tiros libres a favor, raramente reditúan algo positivo”.
Diego Armando Kawakami
¿Era bueno Kawakami?
“Es lo más cercano que yo vi de Maradona. Tenía cosas maradonianas. Una habilidad impresionante, de locos. Una riqueza técnica muy buena. Lo vi haciendo un gol de rabona, con eso te digo todo”, da testimonio sin temor a exagerar Daniel Luengo, compañero de inferiores en Banfield y en varios equipos de torneos regionales.
Es que el primer japonés del fútbol argentino es del Ascenso: Banfield, ocho partidos en Segunda División, San Lorenzo de Mar del Plata, Alianza de Cutral Co, Neuquén, y Roberts Salliqueló, La Pampa, todos del Ascenso del interior. ¿Gol de rabona, dijo Luengo?
En San Lorenzo de Mar del Plata, dónde metió uno de rabona. Foto: Archivo Kawakami
En San Lorenzo de Mar del Plata, dónde metió uno de rabona. Foto: Archivo Kawakami
“En ese entonces yo era fanático de Diego y el Diego tiraba esas rabonas. Las practiqué porque había tenido una lesión en la rodilla izquierda y si se me daba alguna jugada, no iba a tener pierna... Habrá sido por eso que la hice. Me fui por un lateral, se me iba cerrando y la tiré. Se le coló al arquero… Salió”, recuerda como si hubiese sido fácil.
Y ninguno miente: fue para el Santo marplatense y el diario El Atlántico lo describió así: “A los 25 llegó la obra maestra de la tarde: entrada de Kawakami por izquierda y desde el borde del área grande saca un remate con la pierna derecha por detrás de la izquierda que se cuela por el centro del arco para decretar el segundo empate santo. Marianela, Rabona, la de Diego o como la quieran llamar, pero golazo”.
¿Por qué su carrera no tuvo otro recorrido? “Yo me dejé llevar por el fútbol, no lo veía como un sustento. Para mí era un sueño ser futbolista. Si lo hubiese pensado de otro modo, tal vez me cuidaba un poco más: yo era muy flaco, perdía peso en los entrenamientos y no lo recuperaba. En aquella época lo físico era distinto... Correr 18 kilómetros y después, tal vez, levantar alguna pesa”, analiza hoy.
Sin lugar en Banfield, a donde retornaba tras cada préstamo, decidió regresar a Japón. Allí, todavía la actividad todavía era amateur. Fichó para S-Pulse, primero, y el All Nippon Airways, después. Y colgó los botines en 1992, justo un año antes de que el fútbol fuera profesional en el país. Ramón Díaz, del Yokohama Marinos, fue el primer goleador oficial en 1993, con 28 tantos.
Después del fútbol, el fútbol
Pero Kawakami siguió ligado al fútbol para siempre. De regreso a la Argentina, una oportunidad en 1998 lo llevó a la AFA como colaborador del cuerpo técnico de la Selección femenina, en una época de poco empoderamiento.
“Las chicas jugaban con indumentaria que les quedaba muy grande, no se podían usar las canchas del predio y se entrenaba como se podía”, recuerda.
Todo eso había pasado en la vida de Kawakami cuando Boca anunció la llegada de Takahara allá por 2001. El diario japonés Yomiuri se puso en contacto con el ex futbolista de Banfield: lo querían de corresponsal para conocer el día a día del delantero de Boca.
“Yo iba a los entrenamientos y me llamaban: les pasaba todo lo que hacía y les indicaba las probabilidades de que jugara el fin de semana. También le hice una entrevista y hablamos algunas veces”, detalla. El paso de Takahara fue fugaz y Kawakami mejoró su situación en la selección: pasó de colaborador a ayudante y siguió hasta 2012. Entre otras tuvo a Vanina Correa, la todavía vigente arquera de la Mayor.
Fue en ese rol cuando sintió un click en su identidad. Fue en un partido del Mundial femenino de Estados Unidos de 2003, cuando se enfrentaron las selecciones de Japón y Argentina. “Me pasó una cosa muy especial. Por primera vez me nublé y pensé en mí. Tenía a mis padres de sangre japonesa y enfrente al equipo japonés. Y yo, en el banco argentino. Me crié, me eduqué y me formé en la Argentina. ¿Al final qué soy? ¿Qué sentimiento tengo sobre un país y el otro? Cuando sonó el himno me di cuenta: fue impresionante, me empezó a latir el corazón a full. Cantaba el himno argentino, en japonés no lo sé cantar. Soy argentino. Y lo confirmo cada día más, porque puedo estar en Japón, tener sangre japonesa… pero me siento argentino. Es una cosa que no se cambia. No se cambia”, dice con un acento que contradice su ADN.
El método Kawakami
Así las cosas, regresó a su terruño. Siempre con el fútbol como medio de vida. Esta vez, infantiles. Su experiencia en las canchas argentinas fue un imán para una sociedad que vive el fútbol, y la vida, de otro modo.
“Los chicos no tienen esa pasión que tiene el niño argentino. Lo que más cuesta es la parte afectiva, psicológica. No son de transmitir sentimientos, pasión por el fútbol. Yo les enseño la viveza en el fútbol. Cositas pequeñas que ellos no tienen y les llama mucho la atención. Como en la vida misma, ellos tienen mucho respeto también cuando juegan. Y no se puede respetar cuando es un juego. Se respeta después del partido, pasando la línea de cal, saliendo de la cancha”, explica.
¿Cuál es la viveza que les inculca? “Cuando hay un lateral, ellos le dan la pelota al rival o no la van a buscar porque saben que el lateral es para el otro equipo. Tienen el respeto a las reglas. Entonces les cambié las reglas del juego: cuando sale la pelota, el primero que la agarra saca el lateral. Si les cambiás las reglas y les decís que se juega de esa forma, así lo juegan. El gol no lo gritan, no lo disfrutan. Ahora, si no lo gritan, no se los cobro. El grito es un contagio, lo tienen que gritar todos. Las faltas: si no me la piden, no se las cobro. Cosas así... y van cambiando. El reglamento cambia la acción del juego y eso modifica el temperamento. Si no pedís la pelota, no te va a llegar nunca, eso les digo. Con un grito le estás transmitiendo que estás con él, que estás para acompañarlo. En Argentina es todo lo contrario, tendría que calmarlos, que adquieran un orden. En Japón ya tienen el orden, hay que desordenarlos”, explica y revela el método Kawakami.
Ahora planea otra etapa en la Argentina, volvió al barrio, al Sur del Gran Buenos Aires. Takahara, en cambio, sigue en Japón, fundó su club y todavía lo recuerdan en Boca, en toda la Argentina. Pero no fue el primero en llegar ni en hacer un gol.
-¿Y qué te dijo Takahara cuando le contaste que vos habías sido el primer japonés en jugar y hacer un gol acá?
-Nunca le dije nada. El vino como estrella de Japón. No le iba a interesar lo que hice yo… No se me cruzó por la cabeza decirle nada. Hasta ahora, creo que no debe saber que no fue el primer japonés en hacer un gol en Argentina. Tampoco era mi visión de mostrarle lo que había hecho yo. ¿Hubiese sido lindo tal vez, no?”.