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La tan ansiada reactivación del consumo, que tímidamente se asoma en algunos rubros, es un espejismo para muchas pequeñas y medianas empresas (PyMEs) argentinas. Aquellas que lograron aumentar sus ventas descubren con frustración que este mayor ingreso no se traduce en rentabilidad real. La mayor parte de la facturación extra se destina, casi en su totalidad, a cubrir los servicios de una enorme deuda contraída en tiempos de mayor incertidumbre.

Durante los períodos más críticos, numerosas PyMEs se vieron forzadas a recurrir a créditos con condiciones desfavorables y tasas de interés elevadas para fines básicos: pagar salarios, sostener la cadena de pagos a proveedores o adquirir el capital de trabajo indispensable para no cerrar. Hoy, ese salvavidas se ha convertido en un ancla que las mantiene estancadas.

La paradoja de la facturación

Los dueños de comercios observan "un poco más de movimiento, la gente se anima a consumir ciertos productos que había postergado". Sin embargo, esta alegría se desvanece al momento de hacer los números a fin de mes. Los gastos fijos, los sueldos y, sobre todo, la cuota del préstamo, terminan llevándose todas las ganancias.

Para estas empresas, la sensación es clara: "están trabajando para mantener la estructura y pagarle al banco". Este escenario se agrava por el constante incremento de los costos operativos, que en muchos casos superan la inflación oficial. El aumento en tarifas de servicios públicos, logística y la reposición de inventario presiona los márgenes hasta hacerlos casi desaparecer. Es una paradoja: incluso si las ventas crecen un 10%, los costos financieros y operativos suben en una proporción similar o mayor, dejando a la empresa en un modo de mera supervivencia.

La fragilidad financiera: el ratio de cobertura de intereses (RCI)

Para entender la delicada situación, es clave mirar el Ratio de Cobertura de Intereses (RCI), una métrica fundamental para la salud financiera. Este ratio calcula cuántas veces las ganancias operativas de una empresa pueden cubrir los costos por intereses de su deuda.

El RCI se obtiene dividiendo los beneficios antes de intereses e impuestos por el importe total de los intereses adeudados. Un RCI alto indica que la empresa genera ganancias suficientes para afrontar sus obligaciones financieras con comodidad y le queda un margen significativo para reinvertir y crecer. Por el contrario, un RCI bajo es una señal de alarma crítica.

Imaginemos una empresa con un RCI de 1,2. Esto significa que por cada peso que debe pagar de intereses, la empresa genera apenas $1,20 de ganancia operativa. Aunque técnicamente es suficiente para cubrir la deuda, en la práctica las empresas terminan sin "oxígeno". Si una empresa genera $1.200.000 al mes y tiene una deuda de intereses mensual de $1.000.000, los $200.000 restantes deben ser suficientes para impuestos, reposición de activos, inversión en tecnología, desarrollo de productos o para prepararse ante una posible caída de ventas. En este escenario, la empresa trabaja casi exclusivamente para satisfacer a sus acreedores, y cualquier imprevisto, por mínimo que sea, podría empujarla directamente a la bancarrota.

Un futuro nublado por la deuda

La consecuencia a largo plazo es preocupante: las PyMEs pierden dinamismo y competitividad, afectando el crucial entramado productivo argentino. Sin capacidad de reinversión, quedan rezagadas, pierden cuota de mercado frente a competidores más grandes y se vuelven extremadamente vulnerables a los ciclos económicos.

Esta paradoja de vender más pero ganar menos es el reflejo de una crisis de sustentabilidad que pone en serio peligro al motor de empleo del país. Para muchas de estas empresas, la reactivación económica aún se percibe muy lejana, ya que el futuro se ve terriblemente opacado por la deuda que consume su presente.