En una entrevista de la Agencia Paco Urondo a Virginia Franganillo se abordó la militancia peronista feminista en los años posteriores al retorno democrático. ¿Cuáles fueron las grandes conquistas de su generación? ¿Qué luchas continúan hoy?
Virginia Franganillo es licenciada en Sociología y especialista en Estudios de la Mujer. Milita desde su juventud en el peronismo. La formación y las experiencias que atravesó haciendo política construyeron su militancia feminista. Fue creadora del Consejo Nacional de la Mujer y lideró, junto a otras militantes, la conquista de la Ley de Cupo en nuestro país.
- ¿En qué momento arranca su militancia peronista y de qué forma llega al feminismo?
- Virginia Franganillo: Yo soy Balcarceña, estudié sociología en Mar del Plata y pasé por la JUP y la JP. Es decir que tuve una militancia en la juventud peronista en los 70’. Después, en dictadura, mi hermano y su compañera estuvieron detenidos, y eso me llevó a militar en organismos de familiares detenidos. Entre el ‘79 y el ‘80 nos reencontramos compañeros/as de mi generación. Junto a padres y madres, creamos la Comisión de Familiares de Presos Peronistas y comenzamos un proceso de instalar la lucha de los presos peronistas dentro del peronismo en su conjunto. Luego, nos organizamos políticamente para luchar por la recuperación democrática. Por eso, me voy a vivir en Buenos Aires y empiezo a trabajar en una empresa de investigación de mercado conducida por mujeres. Por supuesto que como militantes nos involucramos en las dinámicas sociales de resistencia y protesta de la época. Trabajé como investigadora en el Centro de Investigación de los Jesuitas y tuve contacto con el cura Pichi (José María Meisegeier). Eran los tiempos de las tomas de tierra, de migrantes del norte argentino que venían en busca de una mejor vida. Ahí conocí a mujeres organizadas y comencé a comprometerme en las luchas sociales de las mujeres.
Ya cuando viene el proceso democrático, yo estaba sensibilizada con este tema, tenía articulaciones con referentes del feminismo y con algunas compañeras nos pusimos a organizar a las mujeres en la unidad básica. O sea que mi desembarco en el feminismo fue por mi compromiso con la situación social de las mujeres de los sectores populares. Lo que vino después fue la formación en el feminismo y la participación en la construcción del movimiento de mujeres.
- ¿Qué experiencias destaca de ese proceso?
- V.F: Con el triunfo de la Renovación Peronista, creamos la Secretaría de la Mujer del Partido Justicialista de Capital conducida por Juliana Marino. Se abrió un proceso muy rico, en ese tiempo yo ya me definía como feminista y veníamos de hacer experiencias territoriales bien interesantes. La unidad básica para nosotras era un espacio de organización y reflexión, pero sobre todo de trabajo con compañeras de sectores populares.
En paralelo, formaba parte de un espacio que fue una referencia en el movimiento de mujeres: El Servicio Universitario Mundial (SUM), un organismo internacional que tenía un comité en Argentina dirigido por Mario Cámpora y Jorge Taiana. A mí me convocan para armar el Comité de Mujeres que integraban ex exiliadas con experiencia en los feminismos de países del exterior y ex presas políticas. Desde ahí organizamos la primera red que se llamó Mujeres en Barrios de articulación del feminismo y la organización de las mujeres a nivel barrial.
Otra experiencia muy rica fue la Multisectorial de Mujeres donde confluían mujeres de distintos sectores. Estaban las feministas de los 70’, compañeras representantes de distintos partidos, organizaciones profesionales, sindicatos, organizaciones de base, etc.
Todo esto fue muy importante no sólo para mi formación, sino para lo que después fue la construcción del Consejo Nacional de la Mujer que lideré.
- El peronismo de Perón y Evita tuvo una experiencia feminista: el Partido Peronista Femenino. ¿Las compañeras en los 80’ retoman ese proceso para poner nuevamente en la agenda los derechos de las mujeres, particularmente, después de la dictadura?
- V.F: Siempre hay una continuidad histórica. La participación de las mujeres fue muy fuerte en los 70’, pero el grueso de las y los jóvenes, en esa época, no nos sentíamos interpeladas por el feminismo. El feminismo de los 70’, fue un feminismo de puertas adentro que no interpeló ni incidió en la corriente principal que estaba hegemonizada por el peronismo. Las mujeres tuvieron una participación política muy importante. Lo novedoso fue su inserción en el activismo en las universidades y los sindicatos. Yo soy parte de esa generación de los 70’ que hereda todo el proceso de transformación cultural de los 60’ que hizo que la participación de las mujeres se masificara. Eso se expresó en el número de desaparecidas. Ahora, ¿eso tiene que ver con el peronismo de los 40’? Sin dudas que hubo una herencia de peronismo histórico en cuanto a la organización de las mujeres. El proceso revolucionario conducido por Evita fue totalmente inédito, las mujeres votaron, pero además se organizaron: tuvimos diputadas, senadoras, embajadoras, etc, y eso nos influenció. Esa experiencia que tuvimos las mujeres con el poder es algo que marca a nuestro sector político.
Ahora bien, yo siempre digo que nosotras, en los 80’, a diferencia de otras fuerzas políticas, teníamos una habilitación. Llegabas y los compañeros de la organización decían ‘vos negra, te ocupás de la Secretaría de la Mujer’. En esa Secretaría se podía hacer política social o se podía hacer una revolución. Nosotras hicimos una revolución: peleamos por el cupo, nos definimos como feministas, y fuimos parte de un espacio más amplio de mujeres: creamos una Multisectorial. Fue todo un proceso de gestación de la mujer como actor social y político. Y eso lo cambió todo.
- ¿Ese proceso decanta en la participación de las peronistas en los Encuentros Nacionales de Mujeres?
- V.F: Si, nosotras comenzamos a participar de los Encuentros, pero previamente veníamos de un intento de organización federal que nos permitió articular con las compañeras en todo el territorio. En esa época no todas se definían como feministas. Era el Movimiento de Mujeres con una agenda social e institucional que fue creciendo. Nunca imaginamos que fuera a permanecer como se dio. Tengo en la memoria que cuando llegamos al segundo Encuentro que se hizo en Córdoba, con Ana Falú, arquitecta y una referente muy importante del feminismo latinoamericano, dijimos “armemos la Comisión de Mujeres en Barrios”. Así fue ampliando hasta nuestros días el fenómeno de los encuentros nacionales.
- Cuando dice que aún no se definían como feministas ¿se refiere a las peronistas o las mujeres de las distintas organizaciones que iban al Encuentro?
- V.F: Diría que las mujeres en general. Yo me definía como feminista, pero los Encuentros Nacionales de Mujeres eran, como su nombre lo dice, de mujeres, no eran encuentros feministas. Ese proceso se fue dando. En Capital teníamos un peronismo moderno desde donde peleamos por el cupo femenino y apoyamos las iniciativas del gobierno radical en relación a las mujeres, salimos con carteles propios a militar la Ley de Divorcio, hicimos la revista “Mujeres”, que reunió a las primeras periodistas peronistas feministas que volvieron del exilio. En definitiva, teníamos un peronismo donde dábamos discusiones de cuño feminista porque algunas ya nos definíamos así, y eso no pasaba con todas ni en todos lados.
- ¿Hay contradicciones entre el feminismo y el peronismo?
- V.F: Yo nunca tuve conflicto entre esas dos identidades. Heredamos del peronismo la autonomía en la organización y sumamos el ideario del feminismo. Ser feminista y peronista requiere desobedecer y eso, si bien es condición necesaria, también exige construir consensos y poder para las mujeres. Nosotras éramos cuadros forjados en tiempos muy duros, veníamos con la estirpe de los 70’ y la voluntad de transformación. Hicimos de la cuestión de las mujeres nuestra tarea principal como militantes. Fue la forma de lograr lo que logramos.
La pelea por el cupo fue nuestro mayor logro. Enfrentamos a la dirigencia masculina y contamos con una herramienta fundamental: el Consejo Nacional de la Mujer. Esa conquista requirió la alianza con mujeres radicales de distintos partidos y convencer al Presidente para que motorice el tema porque no era un asunto habilitado en la sociedad. Después vino tener que hacer cumplir la ley. Eso implicó una lucha tan fuerte como lograr la sanción.
- ¿Cuáles considera que son las mayores conquistas de las mujeres peronistas en democracia y los desafíos por delante?
- V.F: Durante los gobiernos peronistas, del regreso a la democracia para acá, logramos la Ley de Cupo Femenino, una Ley de Protección Integral contra las Violencias hacia las Mujeres, la ley que regula los derechos laborales de las Trabajadoras de Casas Particulares, la ley de Educación Sexual Integral, el Programa de Salud Sexual y Reproductiva, la Ley de Cupo Laboral Travesti- Trans. Más recientemente, la legalización del aborto y la Ley de Cuidados. Nuestros gobiernos fueron capaces de recoger luchas y demandas sociales.
El gran desafío que nosotras tenemos es la pobreza. La igualdad está en el ADN de nuestro movimiento. Esto requiere de inversión, presupuesto, de distribución del ingreso y de grandes consensos en tiempos muy difíciles. Creo que las mujeres tenemos, respecto a otros actores sociales, la capacidad de construir en espacios más amplios como son el feminismo y esa es nuestra potencia.
- ¿Hay un saldo positivo en lo subjetivo, pero falta en lo estructural para que el feminismo transforme?
- V.F: Falta mucho. El problema principal que tenemos que enfrentar son las desigualdades sociales cuya expresión más brutal es la feminización de la pobreza, que trae infantilización de la pobreza. Problema que venimos denunciando hace 40 años porque las desigualdades de género son la base de la reproducción social de la pobreza. Tuvimos el gran logro de la legalización del aborto, pero estas desigualdades estructurales no han sido resueltas. Tenemos paridad, una legislación de avanzada en materia de violencia, vamos a tener Ley de Cuidados y una serie de importantes políticas públicas, pero a las militantes en los barrios populares todo se les hace muy difícil.