Los mitos por los que atraviesa el fenómeno climático que suele ocurrir entre los últimos 5 días de agosto y los primeros 5 de septiembre y afecta a la porción sudeste de Sudamérica.
Por Christian Camblor
La tormenta de Santa Rosa tal como la conocemos es básicamente un temporal importante que suele ocurrir entre los últimos 5 días de agosto y los primeros 5 de septiembre, y que tiene que ver con las primeras masas de aire cálido que comienzan a chocar con los frentes fríos, al acercarse la Primavera.
Pero además este fenómeno climático que anualmente suele afectar a la porción sudeste de Sudamérica, conecta con la festividad católica de Santa Rosa de Lima, Patrona de América.
Y, más allá, con la leyenda que atribuyó poderes a Isabel Flores de Oliva, quien habría frenado un desembarco pirata generando una fuerte tormenta, allá por el siglo XVII. Los refutadores de leyendas, por el contrario, señalan que los corsarios decidieron no atacar la ciudad de Lima por la muerte de su capitán.
Incluso, hasta los meteorólogos relativizan el tan mencionado evento, advirtiendo que no tiene la regularidad que el imaginario popular le atribuye.
Una rogativa contra un desembarco pirata
Lo cierto es que en 1615, en la “Ciudad de Los Reyes” (Lima), central en el movimiento colonial de entonces, una religiosa llamada Rosa (Isabel Flores de Oliva) encabezó una “rogativa” (oración pública para pedir a Dios, a una divinidad o a un santo) ante lo que parecía el inminente desembarco de piratas holandeses que ya habían asaltado el puerto vecino de El Callao.
En ese momento, se desató una gran tormenta, que impidió que cualquier embarcación se acercaran a tierra. De esta forma, Lima quedó a salvo. Por tanto, los creyentes comenzaron a atribuir la presencia de la tormenta y la huida de los piratas al poder místico de Rosa.
Semejante leyenda se expandió por los dominios españoles de ese entonces y se popularizó fuertemente en la Argentina, con mayor fuerza en el Río de la Plata, Córdoba y Cuyo. De hecho, la capital de la provincia de La Pampa lleva su nombre, en una zona donde se dan tormentas fuertes con mucha frecuencia.
Santa Rosa, una adelantada
La tormenta de Santa Rosa, en el hemisferio sur, constituye una de las primeras tormentas, que ocurre sobre el cierre del invierno, ante la llegada de las primeras altas temperaturas, que chocan con los últimos fríos. Por eso no se producen en invierno: se necesitan condiciones energéticas más propias de primavera/verano.
El tecnicismo de una tormenta
Para la Organización Meteorológica Mundial (OMM), tormenta se define por una descarga brusca de electricidad atmosférica, que se manifiesta por un resplandor breve, que es el relámpago, a lo que sigue un ruido seco, el trueno, asociado a nubes “convectivas” o “cumulunimbus”. Todo ello suele llegar con lluvia en forma de chaparrón: impetuosa y breve.
Con presencia de aire cálido y húmedo del norte, sumado a más radiación solar y al entrar "Perturbaciones Sinópticas" del oeste podría aparecer el fenómeno de esta tormenta saliendo del invierno, en cercanías del 30 de agosto, día de Santa Rita de Lima. En resúmen: dicha perturbación se produce porque el Polo Sur sigue todavía muy frío mientras el continente austral empieza el lento proceso de calentamiento.
Menos frecuencia de la que parece
El Servicio Meteorológico Nacional, en relación a la Ciudad de Buenos Aires, advirtió que la frecuencia de Santa Rosa no es tanta. Efectivamente, del análisis de la frecuencia de aparición de tormentas cinco días antes y después del 30 de agosto, del período 1906 a 2018, en 63 oportunidades (apenas el 56% de los casos) se produjeron tormentas en esas fechas. Sin embargo, si analizamos los registros más recientes, desde 2008 hasta 2022, el único año que no hubo tormenta de Santa Rosa fue el 2013.
Una tormenta con copla propia
Tan arraigada está en la cultura popular la tormenta más conocida de la región, que hasta tiene una copla propia, a saber:
Santa Rita se aproxima
Criticando a su vecina.
Porque dice cada cosa.
De la pobre criticada.
Que la deja mal parada
y sobre llovida mojada.
(Buenos Aires; principios de siglo XX)